En estos años se ha repetido entre nosotros con suficiente frecuencia, que la conquista del poder político no confiere todo el poder, entendiendo que el poder real sigue en manos de la oligarquía. Esta constatación es justa, no obstante no ha dado como resultado ninguna reflexión sobre cómo debemos conquistar ese poder real.
Esta paradoja no debe extrañarnos. Pues en el país se ha contemplado siempre teóricamente la toma del poder por la vía insurreccional, las otras vías eran paliativas a aquélla. Se daba por sentado que una vez lograda la victoria insurreccional toda resistencia al nuevo poder iba a ser imposible y que la estatización o nacionalización de los principales medios de producción se realizaría sin mayores trabas. Esto venía escrito con todas sus letras en los diferentes materiales del FMLN y de las organizaciones que lo componían. En esto no hubo divergencias.
Con los Tratados de Paz entramos a una nueva etapa en la vida política nacional. La situación ha cambiado de alguna manera. Los problemas sociales y económicos que condujeron a la guerra siguen sin resolverse, pero los atascaderos represivos que volvían sanguinaria la dictadura de la burguesía han desaparecido. La represión brutal y sistemática contra los oponentes se han suprimido, el partido que antes fue el opositor armado contra el régimen, pudo llegar al Ejecutivo a través de las elecciones. Nadie va ahora a cárcel por expresar sus ideas, ya no se tortura, los asesinatos de líderes políticos ya no son sistemáticos (me expreso de esta manera pues ha habido muertes sospechosas en torno a los movimientos contra la minería y otros casos). La actividad política puede ser pública y a nadie se le va a ocurrir acusar de subversivo a algún movimiento político.
Sistema polarizado
Claro que el país ha vivido durante estos años un sistema que se optó por llamar “polarizado”. En cierta manera lo ha sido, los dos partidos mayoritarios cuando se enfrentaban lo hacían —y en parte lo siguen haciendo— con cierta violencia verbal, durante las campañas electorales es necesario promesas y acuerdos de no agresión física, etc. Esta bipolaridad es de artificio. Lo hemos visto en acuerdos posibles y de por sí realizados entre ARENA y el FMLN. La política real sigue siendo la misma, hay continuismo en lo fundamental.
Los cambios habidos no nos han llevado a un régimen democrático burgués como los que existen en otros países. Se ha sospechado y casi comprobado que hubo fraudes, el aparato del Estado ha sido usado fraudulentamente en beneficio del partido en el poder, incluso con cierto descaro durante el último período presidencial de ARENA. Tony Saca uso de manera patrimonial los bienes del gobierno para su promoción personal. El gobierno actual ha sido menos oportunista en este sentido. Tal vez porque no es un gobierno monolítico, sino que es un gobierno de alianzas.
No obstante podemos afirmar que se puede llevar adelante un debate político entre los partidos políticos. Es posible también que los partidos políticos no encuentren escollos de ninguna naturaleza para dirigirse directamente a la población. Es decir no se plantea, no puede plantearse en estas circunstancias la toma del poder por la vía insurreccional.
Una utopía de soñadores
Pero si entramos de manera concreta a analizar el panorama político nacional nos damos cuenta que esa “apropiación de los medios de producción por los trabajadores asociados” de la que hablaba Marx, aparece hoy en día como una simple utopía de soñadores ingenuos. Es necesario constatar que si bien es cierto que en el discurso del FMLN hasta fechas recientes “el objetivo socialista” se mantenía inalterado e inalterable, pero en la actualidad en las declaraciones y en la práctica gubernamental, en la batalla política e ideológica el FMLN se ha transformado en un partido social-demócrata de derecha. A lo sumo promueve y reivindica medidas que alivien a algunas capas de la población más sufridas y marginadas. El objetivo socialista se ha engavetado y se proyecta volverlo a sacar dentro de cinco o seis presidencias. Es lo que afirmaban cuando pensaban factible mantenerse en el poder más de una vez. Ahora la cosa es distinta, el panorama no es tan favorable para conservar el Ejecutivo, que no alcanzaron totalmente con la presidencia de Funes. Esto puede llevarlos a volver a sacar los manualitos del “marxismo-leninista” y radicalizar un tanto su discurso. Puede que se conformen con volver a polarizar su discurso y centrar sus ataques contra el partido ARENA, olvidándose convenientemente que GANA, PES y CN son también de derecha y que sostienen profundamente ideas de derecha y los intereses de la oligarquía.
En estos momentos todos los partidos se disputan el acceso al poder político. Hay dos que esperan sobrevivir manteniendo alianzas de conveniencia, ya sea con ARENA, ya sea con el FMLN, me refiero PES y CN. El tercer partido se perfila como una tercera fuerza, GANA en las últimas elecciones logró mantenerse como grupo parlamentario y colocarse como el punto de equilibrio de la balanza legislativa. Por el momento GANA prefiera al FMLN. Tal vez sea que sus antiguos compañeros de ARENA aún no quieran reconciliarse con los prófugos que crearon el nuevo partido. Esta separación puede mantenerse pues el expresidente Antonio Saca pretende ser el candidato de GANA. Esto convierte a este partido en un anfibio, partido del expresidente y del presidente actual. Pues Funes ha abandonado la idea de crear su propio movimiento, en realidad ha reconocido su fracaso en crearlo. Es por ello que ha realizado entre bambalinas un acercamiento con los dirigentes de GANA para poder seguir en vida políticamente al abandonar la presidencia y tal vez mantener posible su retorno a la presidencia.
En este panorama sucintamente descrito, los trabajadores no tienen su propio representante, su propio partido. Hay pues un vacío enorme en la política salvadoreña. Desde finales de los años veinte del siglo pasado, hubo en permanencia en el país una corriente revolucionaria organizada. En esas décadas el PCS (Partido Comunista de El Salvador) asumía la tarea de representar los intereses de los trabajadores. Pero este partido tuvo una cortísima vida legal, durante toda su vida ha sido un partido clandestino y el principal blanco de la represión del Estado. En su actividad clandestina logró organizar a ciertos sectores de los trabajadores en sindicatos, que también sufrían todo el peso de la represión.
La ruptura en el PCS
En los años sesenta, después del triunfo de la Revolución Cubana, surgió de manera imperiosa la necesidad de determinarse sobre las vías de la revolución. Hubo entonces en todo el mundo una discusión en torno a este tema, sobre todo en el Movimiento Comunista Internacional. El PCS opta en esos años una posición ambigua, por un lado se muestra favorable a la lucha armada cómo única manera de llegar al poder, pero al mismo tiempo en su seno muchos dirigentes alegan la imposibilidad de llevarla a cabo, por razones geográficas. Es en estos momentos que va a surgir una tendencia reformista en el seno del PCS, es la que va a vencer e imponer su política a pesar que el Secretario General tiene otra visión, muy distinta. Es desde entonces también que las actitudes oportunistas se van a manifestar.
A finales de los sesenta, durante la última Conferencia Internacional de Partidos Comunistas y Obreros que tiene lugar en Moscú, en junio de 1969, se va a marcar el fin real del Movimiento Comunista Internacional. En esa conferencia participa como jefe de la delegación salvadoreña, Salvador Cayetano Carpio. Es en esa Conferencia que van a salir a la superficie las contradicciones entre las diferentes concepciones de lucha. A partir de ese momento, se van a fijar posiciones que van a permanecer invariables hasta la aparición de la Perestroika y luego el derrumbe del Socialismo Real. En El Salvador se produce un sisma. Este sisma se origina sobre el tema de la lucha armada. Entre los que la creen posible y los que no tienen intenciones de emprenderla. Surgen es ese momento un nuevo partido político. La corriente oportunista mayoritaria se mantiene en el PCS y la otra tendencia revolucionaria se consolida en torno de las FPL. Este punto de la historia es importante. Porque no solamente se trata de una ruptura entre personas, se trata de dos concepciones que van a enfrentarse hasta el día de hoy.
Los movimientos guerrilleros
La tendencia mayoritaria en el seno del PCS va a dedicar buena parte de su actividad política a denigrar a las FPL, en esto se une a la dictadura y retoma su vocabulario para atacar al incipiente partido revolucionario. Pero por otro lado, en el discurso mantienen como opción la lucha armada, pero señalando que las condiciones objetivas y subjetivas aún no están dadas. Esta posición va a durar hasta finales de los años setenta. Mientras tanto surge asimismo nuevas organizaciones, el ERP y luego como una escisión del ERP, la Resistencia Nacional. Desde 1975 comienza a organizarse el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC), las secciones salvadoreña y hondureña fueron las que tuvieron mayor importancia, no tuvo existencia en Nicaragua.
Este recuento es necesario hacerlo y es necesario volver sobre él tal vez de manera más sistemática pues hasta hoy es un momento importante, hasta tal punto que en su libro “Comandante Ramiro”, José Luis Merino se dedica a una tosca caricatura y continúa con sus ataques calumniadores contra Salvador Cayetano Carpio. Uno de los puntos falsos en su narración es la desnaturalización del conflicto interno en el PCS, pero sobre todo la real actividad de las FPL, sobre todo como la mayoría que se refieren a este período, oculta los puntos estratégicos fundamentales que los separaba. Las FPL no surgen como un grupo guerrillero, ni con una estrategia militarista, al contrario surge como partido político que va a organizar la lucha armada, con una estrategia de movilización de masas. Las acciones de masas cobran en aquellos momentos mayor importancia que la lucha armada, que entonces es apenas embrionaria y esporádica. Lo que oculta en su relato J. L. Merino es que él mismo y su grupo de dirigentes del PCS atacan y denigran a los movimientos reivindicativos de las organizaciones de masas de las FPL y del ERP.
Pero las luchas callejeras, las luchas de masas cobran cada día mayor auge, mayor vigor, al mismo tiempo la represión se vuelve más intensa y sanguinaria. El PCS fracasa en su estrategia golpista, no logra tampoco llegar al poder por las elecciones a través de la UNO. Estos fracasos lo incitan a dar un golpe de timón y se convierten a las tesis de la lucha armada. Es así como entran y participan en la creación del FMLN. Este grupo del PCS se va a volver hegemónico en la dirección del partido político FMLN que va a crearse con los Acuerdos de Paz. Poco a poco sus posiciones reformistas vuelven a dominar y es esto esencialmente que ha dejado sin organización propia a la tendencia revolucionaria. Las transformaciones ideológicas en las FPL después de la muerte de Salvador Cayetano Carpio es otro capítulo de la historia que aún no se ha escrito.
Un nuevo partido revolucionario
Es por eso que se plantea ahora la urgencia para los trabajadores la creación de un partido revolucionario. No se trata de cualquier partido, sino que de un partido que se proponga la transformación de la sociedad capitalista, su superación. No se trata de entrar a la lucha electorera para participar en la maquillaje de la sociedad de clases. No estoy diciendo que no se pueda participar, pero por el momento no es una tarea prioritaria. Se trata ahora de reconquistar el terreno perdido, las ideas revolucionarias han ido desapareciendo en los análisis sobre nuestra realidad, la actividad politiquera de componendas y arreglos ocultos es lo que domina ahora la política. Es pues urgente introducir nuevos criterios que retomen los intereses de los trabajadores como tarea principal y defenderlos, imponerlos.
Pero esto no es sencillo. Pues justamente las fuerzas revolucionarias están desperdigadas, algunas permanecen a pesar de todo en el FMLN, pero neutralizadas por la camarilla dirigente. Hay otros puntos, pues hasta ahora se ha considerado en nuestro país que para ser revolucionario es necesario llevar adelante la lucha armada. Al principio de este artículo he señalado que las condiciones han cambiado, que el partido revolucionario tiene que optar por una nueva estrategia. Es por ello que surgen problemas teóricos inaplazables que tienen que plasmarse en la realidad, en la actividad revolucionaria.
Uno de estos problemas es: ¿qué tipo de organización? Hemos visto en varias ocasiones como el verticalismo ha engendrado partidos compuestos por una cúpula que decide de todo y de militantes que sólo ejecutan y hemos visto a qué fracasos históricos esta forma de partido ha llevado. Pero al mismo tiempo es necesario también determinar en qué consiste ser revolucionario hoy, en estas circunstancias.
Por supuesto que estas preguntas son de urgente solución, pero no son fáciles de resolver, pero al mismo tiempo no se puede esperar llegar al término de estos problemas teóricos para emprender prácticamente la organización del nuevo movimiento. Existen grupos de jóvenes que se reúnen a estudiar, otros de trabajadores que también piensan en la necesidad de nuevas organizaciones, otros que han mantenido estructuras de antes, todos estos grupos no son homogéneos, es necesario que a pesar de esto, se tienda a federarlos.
Lo importante es que aparezca un movimiento social que asuma la defensa de los intereses de los trabajadores. Sin este movimiento no podrá avanzarse en la obtención de nuevos derechos laborales y sociales en el país.
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