12 DE ABRIL 1983-2010
ANTIPOEMA A SALVADOR CAYETANO CARPIO,
COMANDANTE MARCIAL,
PARA SER LEÍDO EN LA GRAN SALA DEL TEATRO DE LA VIDA
Por Salvador Juárez
ESCENA: Al fondo de una pequeña sala de estudio, y en penumbra, se ve, dentro de un hueco en la pared hecho como para un armario, un hombre que escribe muy meditativamente. Por la penumbra, no se desvela la figura real del personaje. Tal vez algunos rasgos principales como su barbita rala, su estatura, sus anteojos característicos. Sobre esta escena, se oye la voz del narrador en off.
NARRADOR: (Voz en off)
Tus mismos “compañeros y hermanos”
te dejan solo en tu reducto,
y no sólo no permiten que opines y analices
sino que lanzan contra ti
las más absurdas y terribles bolas de veneno,
te niegan y prohíben que se te acerquen
y te endilgan “la contra” más abominable y perversa.
Pero como esas fichas nadie las cree,
por tus principios y antecedentes,
y porque tienes toda una obra innegable e imborrable,
que es tu vida,
tu vida fundida al movimiento popular de liberación;
proceden entonces a tejer contra ti
el complot más sórdido de la historia salvadoreña,
llevándote a colocar entre la espada y la espada,
esas espadas de doble filo conminándote
a caer muerto ignominiosamente,
rematadamente desplomado.
¡Ah inteligencia maligna que fraguó semejante urdimbre…!
Que aun tapiado en el cementerio tu cadáver
dijeron a preparar el otro sarcófago
donde había que enterrar tus cualidades humanas
y tus aportes políticos e ideológicos.
Y así, los sepultureros encomendados,
los claques de la muerte,
con la mirada en el suelo y al unísono
emitieron sus diatribas
y venablos contra tu memoria,
echándote la culpa de todos los errores del proceso
y desautorizando tu estatura de dirigente
y ninguneando tu contextura y disciplina socialista
y,
por último,
condenándote de “cobardía revolucionaria”.
¡Qué despiadado suceso y qué ruindad tan calculada!
Que no sólo para destruir tu nombre
llevaron a cabo tal felonía,
sino para acabar con la organización
que tú tanto amabas;
la cual, dicho sea de paso,
ya había sido visualizada
para ser socavada y eliminada como vanguardia revolucionaria,
todo por su carácter político-militar,
por su movimiento de masas
y sus Fuerzas Armadas Populares de Liberación;
por su estrategia de guerra popular prolongada,
por su alianza obrero-campesina,
por su vía hacia la revolución socialista,
por su anunciada toma del poder,
por su naturaleza definidamente marxista-leninista
y por ser decididamente antiimperialista.
¡Con razón, tú, y la visión de tu organización,
eran referentes completamente contrarios
a los planes de negociación del gobierno y Estados Unidos!
¡Con razón te convertiste en un estorbo
ante el bandazo en marcha;
quedándote solo, pero inconmovible,
en tu concepción táctica de profundizar e internacionalizar la lucha
para defender la Revolución en Centroamérica,
en vez de vaciar las masas, desmontar los frentes
y desmantelar la beligerancia ideológica!
¡Con razón te sentiste traicionado por “tus compañeros y hermanos”
y te viste cercado ante toda esa maniobra que finalmente comprendía:
A) Incriminarte un crimen que te resultaba doloroso y terrible;
B) Reducirte a tu casa como prisión y dejarte una seguridad carcelaria;
C) Pedirte que entregaras las estructuras, redes, miembros y colaboradores de tu organización, para una investigación sospechosa y vergonzante; y
D) Que te fueras a otro país aceptando la calumnia, el invento pérfido…!
Tu Última Carta, entonces, es una denuncia a esa conjura contra tus queridas FPL
y contra tu vida revolucionaria.
Una denuncia a esos planes que, con tu determinación,
sabes que están llegando a su culminación prevista.
Designios ante los cuales alcanzas avisar en tus últimos momentos:
“¡No sé de donde proceden estos planes!”.
Empero no puedes aceptar y soportar esa infamia impunemente,
por lo que tu resolución final es
‒de cara a la Revolución Proletaria del mundo‒,
tu último acto de violencia revolucionaria,
acto con el cual enjuicias y sentencias inexorablemente:
“Toda responsabilidad sobre mi decisión personal,
tomada en este momento,
recae sobre quienes,
aun siendo hermanos,
así han procedido…”
ESCENA ÚLTIMA: De repente, como en un drama de Eurípides, volando entra una mujer angelical. Baja a recibir la Carta que le entrega el personaje que se mantiene entre penumbra. Ella ve rápidamente hacia varios lados, percatándose de que no la están mirando. Dobla las páginas que recibe, las mete debajo de su escote, sube y sale de nuevo volando. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, la penumbra queda totalmente a ciegas, y de modo muy impactante se oye un disparo allá en lo más profundo. Después de que un reloj invisible marca siete segundos de silencio y oscuridad, la sala de estudio se va iluminando poco a poco…
Y en el pequeño espacio como para un armario o una alacena,
ocupado por una silla y una mesita
donde solía escribir y grabar sus mensajes,
se ve desplomado el dirigente obrero,
el estratega de la guerrilla salvadoreña,
el Primer Responsable de las FPL,
el Comandante en Jefe de las FAPL,
y el primer Coordinador de la Comandancia General del FMLN,
Salvador Cayetano Carpio
(Comandante Marcial).
De fondo se oye el Himno del Ejército Popular de Liberación,
que se funde con la Milonga del Fusilado
para luego corear hasta el infinito de las masas anónimas:
Compañero Apolinario Serrano…
¡Tus ideales de liberación
jamás se negociarán!
Compañero Neto Barrera…
¡Tu amor al pueblo,
en el Cristo Obrero se mantendrá!
Compañero Juan Chacón…
¡Tu puño en alto nunca claudicará!
Compañero Álvarez Córdova…
¡Tu integridad y proletarización,
sobre los vicios capitalistas prevalecerán!
Compañero Bernardo Torres…
¡Ante la demagogia e impostura,
tu arrojo colosal se impondrá!
Compañero Felipe Peña…
¡Tu espíritu organizativo y formativo,
entre las masas populares vivirá!
Compañero Roberto Sibrián…
¡Tu honestidad y convicción,
las generaciones rebeldes portarán!
Compañeros Eva, Chico y Toño…
¡Sus testimonios de lealtad,
con sangre y fuego escribieron libertad!
Con el Compañero Marcial…
¡Hasta la victoria final!
Leído en el acto conmemorativo el día 12 de abril de 2010,
ante la tumba de Salvador Cayetano Carpio
en el Cementerio General de Santa Tecla.
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