El gobierno de los ricos, a un año y medio de haberse instalado en el poder, se ve enfrentado a una situación inédita de movilización social en todo el país. Nuestros estudiantes, apoyados ampliamente por la sociedad y especialmente por los sectores más pobres de nuestro pueblo, batallan en las universidades, liceos y calles de nuestro país, contra un modelo educacional injusto y clasista; diseñado por la dictadura y perfeccionado brutalmente por la Concertación. Esemismo movimiento social y segmento etario, ahonda aún más el rechazo al modelo político de dominación, profundizando irreversiblemente la crisis de representatividad que arrastra el bloque dominante desde la segunda mitad del gobierno de Frei Ruiz Tagle.
Dentro del abatido y confundido bloque dominante, la Concertación se derrumba en medio de disputas internas, liderazgos conservadores y una creciente pérdida de representatividad. La coalición que gobernó veinte años sin mayores problemas sobre el pueblo y los trabajadores, hoy se desangra políticamente frente al rechazo de los sectores populares que abren lentamente los ojos a veinte años de traiciones y mentiras.
En otro plano, pero en el mismo lado de la vereda, la Alianza se encuentra acorralada entre los intereses populares de un movimiento social activo y los intereses históricos de su propia clase, quienes no cederán ni un acápite en sus intereses políticos y económicos. El gobierno piñerista, populista y tecnocrático por esencia, se ve enfrentado a una contradicción política que amenaza la estabilidad del modelo de explotación. El gobierno necesita inyectar mayor flexibilidad al modelo de dominación, lo cual permitiría encauzar las demandas sociales dentro de los márgenes de la institucionalidad burguesa, apaciguando consigo al movimiento de masas. Pero esta apertura abriría serias posibilidades a transformaciones políticas sobre el régimen de dominación, las cuales se traducirían –inevitablemente- en reformas al modelo de explotación, reduciendo enormemente las utilidades y la tasa de ganancia de los sectores patronales, especialmente los dela Burguesía Monopólico-Financiera. El anterior escenario enfrentaría al gobierno contra la burguesía nacional y contrala UDI: partido que representa fielmente los grandes intereses del capital monopólico e imperialista en este país; friccionando aún más las tensiones inter-burguesas y debilitando a la fracción política en el poder. Pero si el gobierno no acepta ampliar y flexibilizar el régimen político de dominación, tendrá que enfrentar en las calles a un movimiento de masas que aumenta cada vez más el apoyo social y político entre el pueblo y los trabajadores, manteniendo -a la vez- un estado permanente de inestabilidad política e ingobernabilidad, lo cual pondría –necesariamente- en riesgo el modelo de explotación; sacrificando también, un potencial segundo gobierno dela Alianza. Esta situación mantendría el espiral ascendente de movilización social y popular, que se vería fortalecido, sumando más apoyo social y mayor radicalidad e intransigencia en su accionar.
De nuestro lado, el campo popular tiene amplias posibilidades de crecimiento en medio de las movilizaciones y luchas nacionales, abriendo posibilidades a conquistas sociales, económicas y políticas, que contribuirían a rearmar la conciencia de clase, e iniciar un proceso real de reconstrucción del Movimiento Obrero y Popular que aún no hemos puesto de pie en estos últimos veinte años de vaciamiento político, como también podría ayudar al fortalecimiento de las organizaciones naturales de nuestro pueblo, necesarias para el emprendimiento de luchas de mayor envergadura. Pero estas posibilidades se ven relativizadas por el liderazgo –indiscutido- del reformismo pequeñoburgués, el cual ve en el movimiento social -solo- una masa de maniobra electoral y canjeable ala Concertación-por cupos de alcaldías, diputaciones o potenciales ministerios, subsecretarias, etc. En ningún caso, el reformismo pequeñoburgués, ve en las movilizaciones del pueblo, una fuerza popular independiente que necesita madurar a posiciones clasistas y que en el mediano o largo plazo pueda y deba avanzar hacia la conformación de una Fuerza Social Revolucionaria que lleve adelante la lucha por la emancipación social, el poder popular y el socialismo en Chile.
En nuestro sector -la atomizada y fragmentada izquierda revolucionaria- nos encontramos aún en procesos embrionarios de acumulación ideológica, social y política, recomponiendo la fuerza perdida durante años de mala o nula conducción revolucionaria, a la vez que luchamos por superar el atraso teórico-práctico que no hemos logrado revertir durante las últimas dos décadas de estabilización de lucha de clases y de reflujo generalizado de las fuerzas populares.
Desde el MIR, sostenemos que en Chile se abre una nueva fase de la lucha de clases, caracterizado por la crisis de representatividad de los partidos políticos tradicionales, la crisis de legitimidad del modelo de dominación y por el cuestionamiento generalizado al modelo de explotación. Estas condiciones objetivas abren posibilidades reales a la clase obrera y a los pobres del campo y la ciudad, de desatar una crisis política profunda que golpeé el sistema de explotación-dominación diseñado y conducido por el bloque dominante.
Solo depende de nosotros: los revolucionarios consecuentes que luchamos junto al pueblo, transformar las posibilidades políticas concretas que se abren en esta nueva fase de la lucha de clases, en una realidad de alzamiento obrero y popular sin vuelta, que haga temblar los cimientos del capitalismo voraz y a los mismísimos dueños del poder y la riqueza.
! CON LA FUERZA DEL PUEBLO, LA LUCHA CONTINUA ¡
! A DESATAR LA CRISIS DE LOS PODEROSOS ¡
Movimiento de Izquierda Revolucionaria
MIR de Chile
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